Dramonear
“El drama escénico”.
El “lobo” dentro de nosotros no es más que el eco de nuestras experiencias más oscuras, amplificado por el aislamiento, así como por la incomprensión. La línea entre víctima y verdugo se difumina, recordándonos que la maldad no es innata, sino el producto de un complejo tapiz de circunstancias, decisiones, además de ausencias.
¿Por qué nos comportamos así? Factores biológicos, psicológicos, sociológicos se entrelazan en una red compleja. El miedo a la escasez, real o percibida, activa mecanismos de supervivencia ancestrales. La presión social, la lucha por el estatus, el deseo de poder moldean nuestras acciones, a menudo de formas maquiavélicas.
El Festival Internacional de Teatro Universitario (FITU), en su 31ª edición, encarna la quintaesencia del arte escénico: la construcción colectiva. Este evento emblemático, organizado por Teatro UNAM, no es sólo un escaparate de talento, sino un verdadero laboratorio de aprendizaje y experimentación.
El espectáculo invita al espectador a sumergirse en un mundo de contemplación profunda, explorando aquello que se anhela pero permanece inalcanzable. Representa una explosión sensorial que celebra el reconocimiento, la mesura, así como la belleza inherente al cuerpo femenino.
Un “lente surrealista” que alude a la visión artística única de Peeping Tom, que distorsiona o reinterpreta la realidad de manera onírica o fantástica sobre la naturaleza fragmentada de nuestra existencia. Bailando con Nuestros Fantasmas: La Obra Maestra de una Compañía Belga.
En la penumbra del escenario, surge una figura solitaria. Su presencia desencadena una sinfonía de luces, sombras e intrincados movimientos que revelan la compleja dualidad del *EscenoSer. La coreografía comienza con gestos sutiles que se desarrollan en sincronía con cambios graduales de iluminación, ilustrando la respuesta de nuestros cuerpos a los ciclos de luz, asimismo el concepto de ritmos circadianos.